sábado, 26 de mayo de 2012

Con un Adagio de fondo

No sabes porque te encuentras así, te odias a ti mismo, lo odias todo de ti, se te antoja imposible que alguien alguna vez, ni remotamente, pueda llegar a quererte. Tienes miedo y frío, pero no corporeamente, sino en tu corazón, bajo la blanca piel te observas las venas, muchacha de ojos grises, profundos, sinceros. Y el pensar irte, ya no se te antoja una locura, necesitas una sangre que brote, unos ojos cerrados, para la eternidad. No puedes más, al verte, puedo sentir tu dolor, rodillas que se doblan bajo el peso de tu cuerpo, huesos que te duele, a cada paso, con cada sensación. Y piensas, que sentido tiene todo esto, para qué sufrir, para qué vivir, para qué alargar esta prisión de la que te sientes esclava. Hincada de rodillas ante las puertas de la muerte. Una muerte infalible, que a ti, se te antoja redentora.


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