Play. Suena Maldita Nerea.
La joven, rubia, rubísima, de ojos claros, como el agua, ojos en los que te puedes ahogar, esos ojos, que ya no tienen felicidad, que ya no pueden sonreír, sólo existe miedo en ellos, un miedo atroz, al que dirán a los que otros pensarán y en lo que se fijarán primero.
Observa su cuerpo en el espejo, lentamente, intenta no dejarse un ángulo, una sola parcela de su piel, ahora matizada con manchitas marrones que contrastan con el fondo color blanco, blanco cadáver.
Y se odia, porque ella no ve huesos y piel, ve algo que la sociedad desecha, ve formas de mujer, formas que surgen del espejismo de sus ojos. Y entonces, vuelve a caer en la rutina llevada a cabo tras ese exhaustivo examen al que se somete, día tras día, para liberar su alma mientras poco a poco va matando su cuerpo.
Princesas rotas por la hipocresía de una sociedad.
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